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Sunday, 15 August 2010
El Bicentenario de los pueblos Latinoamericanos-Pasado-Presente-Futuro
El bicentenario de los pueblos.
Por Claudio Chipana.
La celebración del Bicentenario pone sobre el tapete diversos enfoques, problemáticas y propuestas desde los distintos sectores de la sociedad en torno al significado de la independencia especialmente si se pare de las condiciones históricas actuales. ¿Qué es lo que realmente celebramos? ¿Qué lecciones extraer después de 200 años de la independencia? ¿Somos realmente independientes?
En realidad la lectura del bicentenario es múltiple y encontrada porque dependerá del punto de vista de clase que se maneje, dependerá de nuestra comprensión de la historia, de cómo nos vemos a nosotros mismos, de nuestra noción de lo que es Latinoamérica.
Por eso hay un discurso oficial del bicentenario que lo ve como algo del pasado, como una suma de hechos y personajes, y que sólo cabe recordar. Este es un punto de vista que responde de una u otra manera a la posición de las elites, sectores conservadores que tradicionalmente han detentado el poder, el poder económico y mediático. Por otro lado tenemos, cada vez con más fuerza, los discursos alternativos desde los sectores populares y nacionales, indígenas, pobladores, campesinos, estudiantes, mujeres, etc., incluyendo a nuevos gobiernos latinoamericanos que están realizando cambios a favor del pueblo, discursos que plantean un bicentenario alternativo y que destacan sobre todo el hecho de que la independencia es una tarea inconclusa.
Precisamente, se trata de establecer cómo la revolución de la independencia, no obstante la participación del pueblo, indios, negros, o pardos y mestizos como se les llamaba entonces, a menudo ignorados por la historia oficial, terminó favoreciendo a una minoría criolla que se transformaron en los nuevos señores, en la nueva elite dominante. Como lo han señalado Jorge Basadre y otros, la República estuvo de espaldas al indio e incluso en contra del indio. Es decir, La Independencia pese a su proclama libertaria dio lugar a un estado oligárquico excluyente, seudo liberal, caudillista y gamonal.
Y ¿por qué un bicentenario alternativo? Pues, frente la realidad existente en Latinoamérica, con un sistema socioeconómico, desigual, excluyente, orientado al mercado, no es gratuito que a 200 años de la Independencia emerjan las voces desde abajo que reclaman un Bicentenario distinto y que se plantean lo que aún hay por hacer. Ahí están los distintos pronunciamientos que reclaman la inclusión de los sectores que la República, resultante de la independencia, les negó.
Un bicentenario alternativo significa generar una nueva conciencia, y a la vez de establecer un enfoque analítico de nuestro pasado, desde la perspectiva del presente, así como marcar lo vivo del ideal independentista y la lucha anticolonial para trazar a futuro los lineamientos y las bases de un nuevo estado, integrador, inclusivo, nacional y popular.
Respecto de la valoración de la Independencias latinoamericanas, habría que decir que éstas tuvieron o un determinado carácter de clase, es decir pese al carácter nacionalista y en algunos casos radical y revolucionario por su objetivo central que fue sacudirse del dominio colonial, de ahí su merito principal. Sin embargo, no dejo de corresponder a los intereses de las élites criollas. Fueron los propietarios, los latifundistas, los miembros de la aristocracia local, los descendientes del linaje hispánico, herederos de los privilegios del sistema colonial, los que finalmente terminaron usufructuando los logros de la independencia. Las masas de indígenas, negros, mestizos, quedaban excluidos del nuevo orden oligárquico.
No es casual que los recuentos oficiales de la emancipación ignoran el rol de las masas en los movimientos independentistas. Muchos se entregaron a la causa libertaria nutriendo los ejércitos patriotas.
Por otro lado, la independencia no significo tampoco la cancelación total de la condición colonial, pues las naciones latinoamericanas continuaron siendo dependientes y sujetos a un sistema neocolonial de poderes hegemónicos, primero Inglaterra y luego los EEUU. Basta ver el flujo de capitales, las deudas contraídas, la presencia de enclaves y la explotación de recursos como la petróleo, la madera, los minerales, el café, el guano, el caucho, las plantaciones bananeras, Etc. a lo largo de los 200 años desde la independencia. Se formo una clase rica, una burguesía nacional pero dependiente y aliada del capital transnacional.
Fue esta alianza de las clases plutocráticas, incluyendo a diversas castas, militares, banqueros, latifundistas, gamonales, jueces, partidos políticos, incluso la casta eclesiástica, lo que configuró una sociedad que formalmente era independiente pero que tenía una economía enfeudada al capital, una sociedad semi-feudal como la calificara JCM. Luego vino un proceso de industrialización pero sin perder su naturaleza dependiente.
Es decir tuvimos una clase burguesa con sus partidos liberales y conservadores, civilistas, caudillos militares, Etc., que nunca rompieron con la mentalidad feudal heredada de las castas coloniales hispánicas. Se sintieron más señores que emprendedores y generaron un tipo de nación a su imagen y semejanza, la nación aristocrática.
Sin embargo estos 200 años también significaron la continuidad de la resistencia, como los movimientos por la tierra, la identidad de los pueblos originarios, por la conquista de los derechos laborales, las luchas por la reforma agraria, etc.
A 200 años vivimos aún una situación postcolonial dependiente en la que no hemos roto el todo con las cadenas que nos atan al capital transnacional enmascarada en la globalización. Sin embargo también vivimos tiempos que se atisban vías alternativas al modelo heredado de la colonia y al presente modelo neoliberal. Los pueblos empiezan a plantearse salidas a la situación de dominación externa e interna.
El bicentenario viene en un momento particular de nuestro desarrollo histórico, a diferencia de la celebración del primer centenario en una época de dominio pleno del estado oligárquico. Pero está aún el reto de superar el enorme peso del sistema capitalista transnacional imperante que es el verdadero freno para nuestro desarrollo como naciones y como región.
Para nosotros no hay un fin de la historia como proclaman algunos. Más bien, lo que hay es un ingreso a la historia en el sentido hegeliano del término. Ahora Latinoamérica se nutre de historia, sale de su soledad que era la soledad de la marginalidad. Apenas empieza el siglo XXI y el bicentenario coincide ese despertar en un momento de una nueva crisis del capitalismo global. Hay una nueva racionalidad histórica que asumir, desarrollar y plantear. No será la razón etérea del filósofo sino la razón de los pueblos que se materializa en las luchas por sus derechos.
Vivimos un periodo de transición en nuestro devenir histórico de haber sido colonias a una situación en que buscamos ser naciones soberanas, libres e independientes. Si la primera independencia trajo como consecuencia la ruptura con el dominio colonial la segunda independencia será la independencia definitiva de la dominación neocolonial y del colonialismo interno.
Esto es lo que entendemos por la búsqueda de la segunda independencia y la afirmación de nuestra identidad, la fundación de una nueva republica que ya no será para una elite sino un nuevo estado con sustento en las masas populares, en los indígenas, en los pueblos originarios en los pueblos secularmente excluidos, que los reconozca en su condición de ciudadanos con los iguales derechos.
La identidad latinoamericana que sirve de sustento para la unidad continental se basa en la historia común de nuestras naciones, su común interés en la libertad y la independencia y la resistencia a todo colonialismo.
Por lo tanto las tareas que emanan del Bicentenario son múltiples. Por ejemplo la emancipación económica, romper con nuestra condición de exportadores de materias primas e importadores de manufacturas. Generar nuestra propia tecnología, y procesar nuestros propios recursos beneficiando principalmente a las poblaciones de menores recursos a través de un modelo de industrialización sostenible.
Un elemento nuevo es la mayor conciencia ecológica, por eso el tránsito de la colonia a la independencia es simbólicamente el tránsito de la madre patria a la madre tierra, a la Pachamama y la ruptura con el modelo depredador de recursos humanos y naturales.
Si la primera independencia nos dio la libertad frente al yugo monárquico, la nueva independencia nos debe dar la igualdad social, la justicia, el respeto de la vida y de la naturaleza. Es la libertad pero con justicia y equidad.
El Bicentenario de los pueblos es la toma de conciencia de los tiempos en que vivimos, del nuevo amanecer que se vislumbra para Latinoamérica, de los nuevos gritos de libertad que se oyen en los cuatro confines del continente.
Las acechanzas y amenazas de los enemigos de los cambios y transformaciones, desde adentro y desde afuera, pues si antes estaban los restauracionistas, realistas y pro monárquicos, hoy están a los golpistas, a los aplicadores de la políticas armamentistas y los que fomentan la inestabilidad en la región.
Hay una nueva Latinoamérica que está emergiendo producto de la crisis del modelo neoliberal y se expresa en la serie de los procesos en todo el continente, en Bolivia, Venezuela y Ecuador, Uruguay, Paraguay, Brasil, Nicaragua, etc. Procesos que tienen como antecesora, en uno u otro sentido a la Revolución Cubana, a la Revolución sandinista, y antes la revolución mexicana y tantos otros movimientos por la libertad de los pueblos que nunca cesaron desde la Independencia, y desde antes.
El bicentenario debe ser visto como un momento del despertar de los excluidos de Latinoamérica, para romper definitivamente con la república aristocrática descrita por el historiador Flores Galindo uno de los precursores de la Otra Historia. El Bicentenario, en suma significa repensar la independencia, constatar la obsolescencia del estado oligárquico, significa igualmente retomar las raíces de nuestra identidad, generar un modelo de sociedad y estado soberanos e inclusivos.
Como podemos decir que somos independientes si aun la mitad de los latinoamericanos, unos 250 millones viven en condiciones de pobreza y cerca de 90 millones en la total indigencia, según la CEPAL, si hay millones de desplazados, si convivimos con la peste, la tuberculosis, como en el Perú, o si se permite que el friaje mate a cientos de niños en cada invierno. O cuando se entregan los recursos naturales a manos de las transnacionales sin ningún beneficio para las poblaciones empobrecidas por siglos de atraso y abandono.
Hablar de la independencia hoy por lo tanto significa hablar de transformación. Hace 200 años la ideología que condujo la independencia fue la ideología liberal que la clase criolla adoptó de la burguesía en ascenso en Europa. Las revoluciones francesa y norteamericana fueron los referentes de las luchas por la independencia latinoamericana. La Declaración Universal de los derechos del hombre y del ciudadano era uno de los documentos clandestinos que circulaban por esos días y están prohibidos por la corona española. En el presente ya no basta el ideal liberal por más radical que se presente, hace falta una ideología que combine la libertad con la igualdad, la justicia social.
El discurso abstracto de la libertad sirvió y sirve aun para cometer tropelías contra los pueblos y las naciones. Por eso recordamos lo dicho por Bolívar en 1826 cuando advertía que en nombre de la libertad y la providencia el vecino del norte se sentía llamado a ejercer su dominio en suelo latinoamericano, adelantándose al Destino Manifiesto y más recientemente al New American Century de Bush.
Otro aspecto fundamental de la Independencia fue la unidad continental que hace 200 años hizo posible la independencia del poder monárquico, hoy vuelve a ser una necesidad, esta vez para la emancipación social. Por eso renacen las figuras de Bolívar, Sucre, San Martín, OHiggins, próceres y visionarios como Miranda, como Simón Rodríguez, Vizcardo y Guzmán. También de líderes indígenas como Tupac Katari y Tupac Amaru, y los líderes negros de la revolución haitiana, sin dejar de mencionar el rol de las mujeres como la valerosa Micaela Bastidas y tantas otras mujeres patriotas. Una vez más la unidad continental será fundamental para la segunda independencia.
Las celebraciones oficiales recuerdan de los primeros gritos rebeldes que se dio en Latinoamérica desde México hasta Buenos Aires producidos entre 1809 y 1810, y que continuaron en la segunda fase de la Independencia con las declaraciones y batallas hasta 1821 y 1824. El bicentenario debe ser visto como un proceso vivo y actuante, lo tenemos delante nuestro. Durante todo el siglo XX se generaron movimientos nacionalistas, populares, campesinos, que siguieron clamando por un cambio y resistiendo el intervencionismo y la ofensiva del gran capital en complicidad con las oligarquías. La independencia, más que un proceso acabado, es un proceso continuo, la independencia no es una cosa del pasado, después de los libertadores vinieron Martí, Emiliano Zapata, Sandino, el Che. Los libertadores de antes fueron los criollos. Los nuevos libertadores son ahora los pueblos.
Por eso la unidad continental es fundamental. Si el capital global no tiene patria tampoco la solidaridad internacional tiene patria. En todo caso hay una patria grande martiana. Lo nuevo de la emancipación actual son estos nuevos actores son los indígenas, los pobladores, los barrios, los sindicatos, las organizaciones de base, las minorías, los desplazados, los migrantes, en suma los excluidos del estado oligárquico. Ese es el nuevo contingente para la segunda y definitiva independencia, para forjar la nueva gran patria Latinoamérica.
Londres, 7 de agosto 2010
• Expuesto en la conferencia “Bicentenario, pasado, presente y futuro” en el SOAS organizado por la Coordinadora Latinoamericana.
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